Amé tanto que no me importó
si era amado o sólo soportado.
Y este será el epitafio que no figurará
en la tumba que no tendré.
Amé tanto que no me importó
si era amado o sólo soportado.
Y este será el epitafio que no figurará
en la tumba que no tendré.
¿Y que más dará
si hoy quiero hablarle a la lluvia?
¿A quien importará su melopea sincopada?
(Y habrá gente para la que estas no sean preguntas retóricas)
Por si acaso, quí estoy declarándole mi amor
húmedo, femenino y transcendente.
Todo lo demás importa poco,
todo lo demás será espera y ramas de olivo.
El olor amarillo de las risas,
el tacto amargo de adioses y suspiros,
el sabor redondo de tu sueño tranquilo.
La
realidad
como fragmento,
como pequeño desgarro
de una novela de realismo sucio
que escribió alguien que nos aborrece.
Vagabundeando por la librería
he llegado a la sección de autoayuda,
placebo e industria del consuelo.
Eres
mujer de agua,
de
río lento, de delta.
Eres
mujer de agua,
de
marisma viva y verde,
de
llano fértil,
encuentro
de amantes,
de
mar y tierra.
Quiero
escribir canciones tristes
para
no faltar a la verdad y a los poetas,
que
ruiseñores y cantamañanas no han de faltar.
El papel puede ser una prisión, barrotes de tinta, jaula de palabras. Puede ser…
Como dijo la zorra de la fábula, hablando de las uvas que no alcanzaba: “No las quiero, están verdes”…
¡Gracias! Pronto volveré por estos lugares…
En
algún momento volverán,
tal
vez no hoy,
tal
vez no durante mi vida,
pero
volverán las palabras tersas,
afiladas
como besos,
duras
como ocasos árticos,
potentes
como amores adolescentes.
Volverán
para quedarse,
para
ser por si mismas
motor
y dolor,
cambio
y alivio.