Si son casi invisibles
es a fuerza de
costumbre,
de repetición
circadiana,
restos últimos
de obcecación
biológica y económica.
Gente anciana
que aparentan
estar soldados a
bancos de piedra,
durante décadas
el mismo anciano
con distinta cara
esquivando al
futuro
que siente
ajeno,
y al presente,
que los excluye
con su
mutabilidad cuántica.
Son anclas del
paisaje,
mobiliario
urbano.