Siento esta
tarde
como si la
hubiese escrito Murakami,
deslizándose
mansa
hacia un valle
azul y verde de
melancolías
que otro vivió
antes que yo,
como poemas de
segunda mano,
suaves y
desgastados
hasta el punto,
el punto exacto
en que encajan
en mi ánimo
como hechos a
medida
por el gemelo
fantasma
que no tuve.