No tiene sentido
hacer recuento de noches en vela
porque no hay dos
que sucedan con igual motivo
Ninguna angustia más que otra
y todas carecen de coherencia
a partir de las cinco,
cuando oyes trinos de pájaros
que no alivian
y hasta un martes de rutina
es bienvenido.
Las cinco es la hora de recordar
muy a mi pesar,
a gente que se fue
sin hacer ruido,
sin fuegos de artificio,
casi siempre a destiempo
y dejando enormes huecos
de gris nostalgia
en un paisaje de colores vivos
que, por contraste,
hacen mayor la ausencia.
Ahora ya es de mañana
y el sol derrama su alegría
de idiota feliz
intentando engañarme,
intentando convencerme
de que la noche no existe
y yo finjo creerle
y sonrío, y bailo
y espero paciente
a la hora del reencuentro
con mis recuerdos.