Odio las banderas blancas
porque se enarbolan
perdiendo la dignidad
y el decoro más elemental.
“Ni pa ti ni pa mi”
podría decirse.
Pero no,
yo me rindo y tu ganas
y, mira tú por donde,
que estoy cansado de perder,
que del innoble arte
de las derrotas
llené cinco resmas
y una enciclopedia
y sigo sin pillarle el ritmo
a esta contradanza,
a estas coplas de pie quebrado
sin férula que lo arregle.
Me prometo a mí mismo,
promesa de fumador,
que mañana volveré
a ponerme de pie
para no ser más Don Tancredo
y mirar a los ojos del lunes
como miraba Bogart a la Bacall
sabiéndome triunfador póstumo.