Me flagelo con renglones,
líneas, negro sobre blanco,
palabras en diente de sierra
que penetran hasta el hueso,
sin dolor, con dulzor,
que en su mordisco
llevan curación
para mis melancolías remendadas.
Dolores de segunda mano,
de segunda piel.
Me flagelo con versos ajenos
que son bálsamo para heridas propias,
látigo de seda y sal,
de caricia que escuece y cauteriza
dejando en estas páginas
cicatrices de tinta.