Trato de convencerme
de lo muy afortunado que soy
repitiendo como un mantra
lo mucho que he amado
y sin embargo…
Siento envidia de la gente
que tiene todo por hacer,
todo por amar.
Siento envidia del satisfecho
y también del eterno hambriento,
de quién vive cada arañazo
como una agonía
y de quien sonríe
oyendo canciones cursis.
Y siento envidia, en fin,
del que, ayuno de cinismo,
es capaz de esperanzarse
por una mirada clara
de ojos risueños.