Llueve y sigue lloviendo
sobre mi tierra seca,
insatisfecha,
y el agua que cae,
celeste y gris,
no alcanza para
alegrar penas ni brotes.
Llueve y sigue lloviendo
sobre campos
de antiguo barbecho
que no entienden de nubes
ni de acequias
y solo saben de melancolía
y olvidos salobres.