Llega el momento,
siempre llega,
de recordar aquel amor
podado casi de raíz,
aquel amor-bonsai
diminuto y perfecto en los detalles
pero fruto de injerto de distancia y soledad,
que sabíamos con fecha
de consumo preferente
y por eso lo devorábamos
con ansia y hojas secas,
con besos lentos de melaza
y caricias llenas de fiebre y deseo.
“Érase una vez…”