Déjame, por favor,
que mire con tus ojos
para ver por qué
aún sigues conmigo.
Es más, déjame
que mire a tu través,
que vea tu transparencia
y el mundo filtrado
por tu sangre y piel.
Permíteme ver la distorsión
que hace al mundo
válido, hermoso y digno
gracias a tu mirada
ingénua e indignada,
que rescata continentes
y tamiza la luz que,
de otro modo,
heriría mis cobardes retinas
con colores bastardos de gris.