El diario de la mañana
deja cada vez menos lugar
a las noticias,
que amagan asustadas
entre obituarios,
esquelas, panegíricos
y lutos ajenos.
Los panteones de cartón
y desidia
se nos llenan de muertos anónimos
que se obstinan en negarnos
el derecho al olvido.
Su pírrica victoria
será dejarnos un leve
y culpable desasosiego
y obligarnos a cambiar de canal
para asesinarlos de nuevo,
con ensañamiento y alevosía,
por segunda y definitiva vez,
y así dormir, ellos sin sueños
y nosotros sin paz ni perdón.