El agrimensor enamorado

Aprendí a amarte antes de verte.
Aún no te conocía pero ya te descubrí
en la geometría tenue de las dunas,
en el sinuoso curso del ramblizo.
Te notaba en la transparencia de la niebla
y en las verdes hondas del sembrado.
Te sentía en la caricia tibia del agua,
entre las rocas estremecidas de mareas.
Siempre un meridiano más allá,
a la vez cerca y lejos.
Siempre un paso por delante,
como en un sueño recurrente,
con una sonrisa sin rostro que me invita,
que me lleva en volandas sobre cuencas
y bahías, marcando mi zenit, mi mediodía.
Siempre equidistante de mí, siempre a un centímetro
fuera de mi alcance y, a la vez, asequible.

Fueron días hermosos
de conocerte, de cartografiarte.

Fue un buen comienzo.

Publicado originalmente el 19/04/2010

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