Pequeño dolor particular

Para esta despedida no hacían falta andenes, ni pañuelos flameando, ni cartas escritas desde una segura distancia.

Solo hacía falta el valor de levar anclas, de alejarse hacia el ocaso, de dejarse llevar.

Fue el viajero el que partió con decisión y, como dijo el poeta, ligero de equipaje.

Los que nos quedamos en tierra atados por muchos deberes y no poco miedo miraremos siempre el tramonto preguntándonos donde estará, que hará y, sobre todo, que le diremos cuando volvamos a vernos, sea en una orilla u otra.

Esto pienso cuando veo el hueco de su ausencia en el lienzo de mi vida.

Publicado originalmente el 13/12/2009

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.