Me ha costado casi un año
de esfuerzos y abandonos,
pero vuelvo a tener el nivel
adecuado de infelicidad
para contraatacar al mundo
con letras y dolor, con versos
y caricias ácidas que rasguen
mi propia conciencia
de pequeño burgués orondo.
No olvidemos que este rato,
si bien compartido,
no es mas que un regodeo onanista.
Vuelvo a casa.